El partido que propuso Instituto fue el de la vorágine. Y si Colón tenía otro plan, no se notó en el primer tiempo. Entró en ese juego físico, de achique constante de espacios, de presión permanente, bien al estilo de lo que hoy propone el fútbol argentino. Nadie ponía la pelota contra el piso, no había juego asociado y encontrar tres o cuatro pases seguidos era una pretensión que parecía casi exagerada por parte de los dos.
Esto hizo que el partido se hiciera realmente trabado, de muchos pelotazos, de imprecisiones y poquísimas jugadas de riesgo. Apenas un par de insinuaciones de Instituto que se desvanecieron en el buen trabajo de Ignacio Chicco, lo mejorcito de Colón en un primer tiempo más luchado que jugado.
La defensa respondía, pero a partir de allí, muy poco aporte de Meza para aparecer por sorpresa, nade Arrúa, poquito de Perlaza (la pelota le pasaba por arriba o el costado pero nunca podía hacerse dueño de ella) y entonces todo se reducía a la búsqueda larga para un Wanchope que no escatimaba esfuerzos en buscar la pelota pero jugando siempre de espaldas y a veces resignado a perder en el duelo físico con los defensores rivales. El único que podía tener alguna chance era Pierotti, que en un par de apariciones pudo exigir en base a potencia física. De todos modos, los intentos de Colón no fueron ni claros ni agresivos. Conclusión: 45 minutos iniciales sin generar alguna jugada realmente peligrosa frente al arco de Carranza.
Instituto tenía en Watson y Lodico a los dos volantes más inquietos, más la dupla ofensiva dispuesta siempre a ir al choque con los defensores sabaleros. Pero todo apurado. Y ese apuro le fue quitando, lógicamente, claridad y precisión al juego. Mucho fervor, mucho entusiasmo pero poco juego, en un campo de juego con mucha arena y un árbitro que no vio el codazo evidente de Axel Rodríguez contra Delgado, que Lobo Medina vio, cobró pero que aplicó tarjeta amarilla, cuando tranquilamente podría haber sido roja (el VAR tampoco actuó).
Cuando no se cumplían 15 minutos del segundo tiempo, Pipo trató de equilibrar un partido que se le estaba empezando a complicar, porque el arranque de Instituto en el complemento fue superior a la visita. Metió a Teuten y a Picco por Vega (tenía amarilla) y un intrascendente Arrúa, de flojísimo partido.
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En Colón funcionaba la defensa, que aguantaba bien el partido. De ahí para adelante era muy escaso lo que se aportaba. Poco fútbol en el medio y muy poco peligro arriba. La más clara se dio recién a los 24 minutos del segundo tiempo, cuando por primera vez toquetearon en tres cuartos de cancha, con Wanchope y Perlaza en el manejo final de la circulación y el toque hacia la derecha para que Meza le pegue fuerte y al primer palo, encontrando bien parado y achicando al arquero Carranza. Fue la primera y más peligrosa que tuvo el equipo sabalero hasta ese momento.
Sin embargo, Nacho Chicco ahogó el grito de gol en un mano a mano con Santiago Rodríguez. Se produjo en un momento muy particular, porque había quedado con 10 por lesión de Delgado, el árbitro demoró el ingreso de Acevedo y allí se produjo esa jugada clara de peligro para el local, que pudo desbaratar Chicco, la figura de Colón.
Y en el tiro del final, cuando el partido exigía máxima concentración, llegó un córner desde la izquierda y tras el rechazo, Acevedo quedó habilitando a todos, la bajó con el pecho Alarcón y empalmó Martínez para dejar sin chances a Chicco.
Fuente: El Litoral