La clave fue la victoria por penales ante Talleres en cuartos de final. O mejor dicho, el primer tiempo de aquél partido. Burián fue el gran responsable y el empate al cabo de los 90 minutos desembocó en la definición por penales que le dio la clasificación a semifinales. San Juan fue la cita e Independiente la víctima, con un partidazo defensivo del equipo (sobre todo de Garcés, impasable y gran figura). Vuelta a Santa Fe para preparar la gran final frente a Racing. El segundo tiempo fue memorable y la victoria inobjetable.
Aquél día, en plena pandemia y con tribunas vacías en el Bicentenario sanjuanino, la gran sorpresa final de Domínguez fue la inclusión de Cristian Ferreira entre los titulares. Todos nos preguntamos, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿para qué?. Y Ferreira fue una de las grandes figuras del partido, con un Colón que eligió el sector izquierdo de la defensa de Racing para atacar y no dependió de un disminuido Pulga Rodríguez, que no llegó bien a aquél partido y no tuvo la incidencia gravitante que había tenido en el resto de aquella Copa de la Liga.
El tradicional festejo, con tribunas vacías producto de la pandemia pero con toda la fiesta instalada en Santa Fe.El tradicional festejo, con tribunas vacías producto de la pandemia pero con toda la fiesta instalada en Santa Fe.
Sin Goltz ni Delgado, con Piovi de central y Escobar de titular, con Castro en un muy buen nivel y con la dupla implacable y predominante de Aliendro-Lértora en la mitad de la cancha, el planteo de Domínguez fue fenomenal y Colón terminó aniquilando futbolísticamente -y también en lo físico- a un rival que no pudo aguantar el ritmo de un equipo confiado, seguro y con una altísima motivación.
A más de 1.000 kilómetros llegó la explosión. El hincha sabalero prolongó la noche hasta juntarla con el día. Y el fin de semana también. La fiesta pareció no tener fin. En realidad, no lo tuvo ni lo tendrá. Ese 4 de junio permanecerá así, sellado a fuego, grabado para siempre en cada corazón rojinegro.
Fuente: El Litoral