Si existen motivos para festejar, hay que hacerlo. El pueblo argentino, tantas veces postergado, se lo merece. Y la selección le dio una de esas noches para no olvidar. Allí estaban los campeones del mundo en Qatar y el público, que colmó el estadio Madre de Ciudades de Santiago del Estero, lo disfrutó a pleno. No importó la debilidad de Curazao. Cada uno de los goles en el triunfo por 7 a 0 se gritaron con ganas y entusiasmo. Claro que las mayores ovaciones se las llevó ese genio llamado Lionel Messi, a quien no le importa si se trata de la final del mundo o un partido irrelevante. Ama el fútbol y anoche jugó con el placer que lo hace siempre, con tres goles que lo llevaron a romper la barrera de las cien conquistas con la camiseta argentina. A los 35 años alcanzó los 102 goles en 176 partidos. Fenomenal.
La selección es de todos y entonces fue más que merecido que se haya presentado en otro lugar que no sea Buenos Aires, para prolongar el festejo del título mundial de Qatar. Los 42 mil espectadores que llenaron el estadio disfrutaron y gozaron con esos mismos futbolistas a los que habitualmente siguen por TV. Y fue una celebración con las particularidades del terruño. Los Manseros Santiagueños, el violinista Néstor Garnica y el grupo Las Mullieris le dieron el ritmo y la entonación folclórica al himno nacional. Unos minutos después, serían los futbolistas argentinos quienes le pondrían música y baile al amistoso.
La emoción del público no tuvo límites. Hubo personas a las que se le caían las lágrimas en momentos en que el plantel cumplía la entrada en calor. Más previsible fueron los gritos de “Messi, Messi”, acompañados por el gesto de reverencia hacia el crack, subiendo y bajando los brazos. Agradecido, el Diez levantó los brazos. Ya tendría tiempo de regalarles su talento.
Curazao, obviamente, otorgó toda clase de facilidades y el seleccionado argentino se floreó de principio a fin. La manejó a gusto, tocó una y otra vez, y se arrimó al arco contrario todas las ocasiones en las que se lo propuso, para deleite del hincha. Con tanta clase de libertades, relució la enorme capacidad individual de los jugadores argentinos. Messi, cual si fuese una práctica contra un conjunto que actuaba de sparring, hizo lo que quiso. Y lo que esperaban todos: el gol número cien con la camiseta albiceleste.
Fue en esa jugada en la que apareció la sociedad que no se pudo dar en el Mundial, por la lesión previa a Qatar de Giovani Lo Celso. Gio se la dio al pie y la Pulga gambeteó a Martina y sacó el derechazo abajo para la apertura. El Diez, máximo goleador histórico de la selección, llegó así al centenar de conquistas representando al país.
Pero Messi no detendría la cuenta. Después de que Nico González, otro que se perdió el Mundial por lesión, anotó el segundo de cabeza, el rosarino la metió de zurda con un disparo cruzado para el tercero de la selección. La gente estaba feliz. Gritaba y cantaba. Y la Pulga le seguiría dando alegrías, tras el gol de Enzo Fernández. Leo picó al vacío y recibió el pase medido por elevación de su compinche Lo Celso. Corrió hacia el arco rival y sometió al arquero con un tiro bajo. Tripleta del mejor del mundo para gritar el gol 102 con la selección, ampliando la diferencia con quien lo precede, Gabriel Batistuta, con 56 goles.
Cada uno de los integrantes del seleccionado fue destinatario de las ovaciones y las hurras. Pero resultó inevitable que el capitán del equipo captara los mayores elogios y muestras de afecto. Es que hasta en un partido de mínimo rigor como el de ayer, jugó con el placer de costumbre, siempre intentando dar algo más. Y vaya que lo consiguió con tres goles para su cuenta personal.
La fiesta llegó a su fin y desde ahora la selección empezará una nueva etapa, que apuntará al próximo Mundial. Lo que pasó igual no se olvidará. Y anoche hubo razones suficientes para agradecerle y estirar la celebración.
Fuente: La Capital