Una luchadora dentro y fuera del ring
A los 47 años, Alejandra “Locomotora” Oliveras murió luego de haber sufrido un accidente cerebrovascular (ACV) isquémico, que la dejó en estado grave desde el pasado 14 de julio. La deportista fue asistida inicialmente en Santo Tomé y trasladada al hospital Cullen de Santa Fe, donde permaneció internada en terapia intensiva hasta su deceso.
Fue una de las referentes más importantes del boxeo femenino argentino, no solo por sus logros deportivos, sino también por su historia de vida marcada por la lucha, la pobreza, la resiliencia y el mensaje inspirador que transmitía en cada entrevista.
Un ACV que conmocionó al mundo del deporte
El 14 de julio, Oliveras fue encontrada con signos de haber sufrido un ACV. Fue derivada al hospital José María Cullen, donde fue sometida a una traqueotomía y a un estricto monitoreo médico. En los días siguientes, su estado presentó leves signos de mejoría, con respuestas neurológicas mínimas, pero los médicos aclararon desde el inicio que el pronóstico era reservado.
La exboxeadora había sido convocada ese mismo día para representar al Frente de la Esperanza en la Convención Reformadora de la Constitución santafesina, un evento político clave en la provincia.
Carrera deportiva: récords, títulos y determinación
Nacida en Jujuy, Alejandra Oliveras protagonizó una destacada carrera en el boxeo. Disputó 38 combates, con 33 victorias (16 por nocaut), tres derrotas y dos empates, según el portal especializado Box Rec.
Fue campeona mundial en cinco categorías distintas y poseedora de seis títulos mundiales. Su primer gran logro llegó en 2006 con la obtención del cinturón del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), que perdió en 2008 en un combate polémico ante Marcela “La Tigresa” Acuña en el Luna Park.
“Comencé mi camino para convertirme en la primera boxeadora en ganar cuatro títulos mundiales en todas las categorías de peso. En 2015, alcancé esa meta y gané el récord mundial Guinness”, había declarado en una entrevista.
Curiosamente, compró sus primeros guantes recién después de ser campeona mundial. Hasta entonces, usaba los de otros boxeadores.
Una infancia dura y una historia de superación
Oliveras relató en diversas entrevistas cómo fue su infancia. “Vengo de la miseria, la pobreza y el hambre… de andar en alpargatas, de comer polenta todos los días”, contaba. Incluso confesó que de niña mataba palomas para comer. A los 7 años, trabajaba en el campo con su padre y llegó a manejar tractores y cargar camiones.
En su juventud fue víctima de violencia de género, pero un hecho cambió su vida: decidió entrenar para defenderse cuando su expareja agredió a su hijo. Esa fue la chispa que encendió su carrera en el boxeo. Su ídolo era Mike Tyson, y su maestro, el legendario Amílcar Brusa.
Más allá del deporte: motivación, estudios y arte
Alejandra fue mucho más que una deportista. Brindaba charlas motivacionales, compartía mensajes de superación en redes sociales y se inscribió en la carrera de Psicología en la Universidad de Morón con el objetivo de acompañar a otras personas en su crecimiento emocional.
“Esto que soy hoy se da porque primero me tuve que motivar a mí”, expresaba. También fue la primera mujer en ingresar al Salón de la Fama del Boxeo Sudamericano y en 2024 fue reconocida por la Fundación Eira por su trayectoria.
En una entrevista, reveló que planeaba hacer teatro en 2025 y soñaba con llevar su vida al cine: “Quiero, a través de mi historia, ayudar a muchísimas personas que creen que la vida es para sufrir”.
Reflexiones sobre la vida, la muerte y el presente
En una recordada aparición en “Animales Sueltos”, y en múltiples reportajes, Oliveras dejaba frases que conmovían. “La plata no te la ponen en el cajón. Disfrutá el día a día. Sentí la vida. Todo tiene solución, la muerte no”. Y sobre el hambre que padeció de niña: “Deseaba un helado, no tenía ni para comprar un chicle. La vida me enseñó que, cuando uno quiere algo, tiene que luchar por eso”.
“El ganador o ganadora es la que nunca se rinde”, repetía con convicción.
Familia, maternidad y legado
Alejandra era hija de Luis y Lola, tenía siete hermanos y era madre de Alejandro y Alexis. Reconocía con sinceridad que la maternidad fue un desafío entre tantos compromisos deportivos, pero siempre buscó dar lo mejor: “Los crié sola con mucho esfuerzo. No estuve en cumpleaños ni egresos, pero lo hice soñando con un futuro mejor”.
Su historia de vida, su carisma y sus enseñanzas dejan una huella profunda en el deporte argentino y en quienes la admiraban como símbolo de lucha.