La Argentina expuso nuevamente las cifras alarmantes sobre la situación socioeconómica: la pobreza creció del 42,4 al 43,1%, alcanza a más de 17 millones de personas y los programas sociales sólo alcanzaron para reducir del 8,1 al 5,7% los niveles de indigencia en el tercer trimestre de este año.
A la vez, el nivel de desempleo en el tercer trimestre de 2022 fue del 31,7% lo que afecta a 7,4 millones de personas y es el más elevado desde 2010 con la única excepción del año de la pandemia que fue del 43,3% en el 2020.
Así lo revela el último informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que sostiene que la pobreza se encuentra en el mayor nivel desde 2010 con la excepción del año de inicio de la pandemia, ya que en 2019 la pobreza llegó a alcanzar el 44,7%.
Todo esto implica que cuatro de cada 10 argentinos se encuentra sumergido en la pobreza y que la inyección de fondos en ayuda social del Estado no ha servido demasiado para generar trabajo genuino y sacar a la población de la situación desesperante desde el punto de vista económico y social.
“Estamos ante un modelo de desarrollo fallido que viene de larga data en la Argentina y que no es específico de un gobierno en particular sino que muestra que cada vez hay más pobreza estructural, menos clase media, mayor informalidad laboral y un deterioro de las políticas públicas tendientes a generar empleo”, dijo a El Cronista el director del Observatorio de la Deuda Social, Agustín Salvia.
El informe de la UCA revela que en relación a la pobreza por ingreso los sectores que más impacto sufrieron fueron los medios no profesionales o clase media (pasó del 14,6 al 18,2%) y el conurbano bonaerense es donde mayor nivel de población pobre se concentra (50,5%).
Así, el trabajo de la UCA asegura que en función de las evidencias presentadas “confirman la persistencia en los niveles de indigencia y pobreza en el período analizado (2010-2022), con tendencias ascendentes en la fase 2017-2020”. Y revela que la emergencia sanitaria por el COVID-19 en el año 2020 profundizó aún más el deterioro que se venía ya exhibiendo en las capacidades monetarias de los hogares.