A 50 años de su debut en Primera, el símbolo del fútbol argentino cuenta con orgullo qué sintió al jugar con Maradona, Bochini y Alonso. También, revela el mal momento que vivió en el servicio militar y el día que pudo jugar en River, pero el Bambino Veira lo rechazó
Ganador, frontal y apasionado. Tres de las características que resaltaron en la carrera de Enzo Trossero y que se mantienen inalterables en la charla futbolera. Pastoriza, Menotti, Bilardo, Maradona y Bochini, entre otros, desfilan en el recuerdo de este zaguero central de gran personalidad, el último capitán en levantar las Copas Libertadores e Intercontinental, que brillan en las vitrinas de Independiente y que compartió equipo con los mejores
“Jugar al lado de Bochini y Maradona era muy simple, porque fueron dos genios del fútbol, pero con lógicos matices diferentes. Diego era zurdo y tenía más gol, mientras que el Bocha era diestro y dueño de una inteligencia superlativa. Fue extraordinario estar en el mismo cuadro con ellos dos y también con el Beto Alonso, otro fenómeno”
“Es increíble que se cumplan 50 años de mi debut en primera división (fue el viernes 21 de abril de 1972). Fuimos con Colón al estadio Monumental donde perdimos 4-0 contra River. Había llegado desde Sportivo Belgrano de San Francisco (Córdoba), porque disputé un par de amistosos, uno contra Newell´s y el otro ante Colón, donde anduve bastante bien y allí me vieron los dirigentes. Ambas instituciones se mostraron interesadas, pero los Sabaleros ofertaron más dinero y por eso se hizo el pase cuando tenía 18 años. Unos meses más adelante debutó Hugo Villaverde, con quien hicimos una dupla excelente, tanto allí como en Independiente, un tiempo después. Nos entendíamos a la perfección, éramos amigos y concentrábamos juntos. Cuando decidí ser entrenador lo llamé y enseguida aceptó ser mi ayudante, hasta que él decidió alejarse del fútbol. Nos conocíamos de memoria”.
Junto con el afianzamiento en primera división, llegó el llamado para hacer el servicio militar, en tiempos difíciles para Argentina: “Había varios muchachos que estaban conmigo allí y, como eran hinchas de Colón, querían que me cuidara un poco más y no tuviera que hacer las guardias, que eran de un día entero, con 4 horas de descanso y 4 de trabajo en forma alternada. No era fácil porque estaba la guerrilla, que mató a quien era mi jefe, el Mayor López. Sinceramente la pasé muy mal. Habíamos ido con la selección juvenil a un campeonato en Chile y al regresar llegué 2 horas más tarde al regimiento y me dieron 10 días de arresto en el Liceo General Belgrano de Santa Fe. Por esa situación me perdí un partido contra Banfield, que perdimos 4-0 y cuando pude salir, al miércoles siguiente, me entrené con todo y reaparecí en una tarde histórica para Colón, porque le ganamos a Boca 4-1 como locales y convertí el primer gol. Quien me ayudó a terminar con la colimba fue el padre de Juan Antonio Pizzi, que era el médico del club y un lunes al verme me dijo: “Enzo, tenés una terrible hepatitis”. Con una ambulancia me llevaron a Esmeralda, mi pueblo y allí, un par de semanas más tarde, me llegó la baja”.
A mediados de 1975 tuvo su primer contacto con la selección nacional, una relación que pasaría por muchas situaciones cambiantes a lo largo de los años, pero que en Centroamérica escribió su primer capítulo: “Estaba integrando la selección del interior con el Gitano Juárez, ayudante de Menotti, de técnico. Y fue él quien me anunció que me había comprado un equipo grande y al arribar a Ezeiza me enteré que era Independiente, comenzando una gran historia. Me encontré con un plantel extraordinario, de gente que ya había ganado todo y seguía con ganas de más. El que mejor se portó fue Daniel Bertoni, quien me pasaba a buscar casi todos los días por el hotel que me había dado el club, Constitución Palace, para ir a entrenar. Lo que más me llamaba la atención de ese grupo es como se alimentaban. Comían de todo y ganaban todo (risas)”.
Tras su exitoso paso por Francia, en julio del ‘76 se produjo el regreso de uno de los hijos pródigos de Independiente, ahora convertido en entrenador y que sería muy importante para Enzo Trossero: José Omar Pastoriza: “Un hombre extraordinario. Un ganador que sabía acomodar las piezas de un equipo. Coincidíamos en la fuerte personalidad, ya que nacimos el mismo día (23 de mayo). Él en 1942 y yo en 1953. Tuvimos algunas diferencias y discusiones, al punto que un par de veces me echó de la práctica, pero al rato me llamaba de nuevo: “Vení, Enzo, volvé, ya pasó” (risas).
El 25 de enero de 1978 es la fecha de uno de los partidos más increíbles de la historia del fútbol argentino. Allí tuvo lugar, en la cancha de Talleres de Córdoba, la segunda final del Nacional entre el local e Independiente, donde Trossero fue protagonista importante: “Ellos tenían un gran equipo con jugadores extraordinarios, que tranquilamente pudo ser campeón. En la ida metí el gol de penal en el 1-1, pero la revancha fue una cosa de locos con el árbitro Barreiro que nos jugó una muy mala pasada, cobrándonos todo en contra, que llegó al colmo con el gol con la mano de Boccanelli. Ahí me expulsó junto a Rubén Galván y Omar Larrosa. El Pato Pastoriza fue fundamental para seguir adelante, pese a estar 8 contra 11 y lograr la hazaña del gol del Bocha para el 2-2 final que nos dio el título por el gol de visitante. El presidente de Talleres tenía buen vínculo con algunos militares y si eran campeones, quedaba a un paso de ser también el máximo titular de la AFA. Pero no se le dio. La cara opuesta fue el público cordobés, que en vez de agraviarnos, nos aplaudió en la vuelta olímpica y a la salida del estadio. Lo malo fue que me tuve que comer 20 fechas de suspensión sabiendo que había sido una inmensa injusticia”.
El nombre y apellido de Enzo Trossero habían formado parte de la pre selección de 40 futbolistas que presentó Menotti a comienzos del ‘78, pero finalmente se quedó afuera. Fue parte de la inolvidable gira por Europa del ‘79, donde Maradona marcó sus primeros goles con la camiseta celeste y blanca y al regreso, una novedad que lo sorprendió: “Los dirigentes del Nantes estaban en Argentina porque habían venido a buscar al Beto Outes, que era nuestro goleador, pero me vieron jugar a mí un partido en cancha de Atlanta, los tipos se enloquecieron, cambiaron de opinión y dijeron “Lo llevamos a Trossero”. Independiente no me quería vender, pero lo hablé con Julio Grondona que era el presidente en su negocio de Sarandí y me respondió que si subían la oferta de 200.000 a 400.000 dólares, se hacía. Los franceses no tuvieron problemas y me fui para allá. Tuve mucha suerte porque salí campeón enseguida y me fue muy bien”.
“Las coincidencias de la vida hicieron que fuera compañero de otro argentino, con quien me unía el mismo apellido. El querido y recordado Oscar Víctor Trossero. Nos hicimos muy amigos y las familias también. Luego él se fue a Mónaco y en el ‘83, siendo muy joven, le sucedió esa dolorosa situación en la cancha de Rosario Central jugando para River. Terminó el partido, salió corriendo para los vestuarios, se desplomó en la ducha y ya no hubo nada que hacer por un aneurisma cerebral. El primero en llegar a su departamento en la zona de Núñez, para ver a Stella su esposa, fui yo. Habíamos enfrentado a Boca en cancha de River y al salir con mi auto, escuché en la radio la noticia de su fallecimiento. Una situación dramática, porque al rato llamó un hermano de él desde Rosario, que lo había acompañado a la cancha. Tenía apenas 30 y fue una pérdida tremenda”.
En 1981 había una enorme conmoción en el ambiente del fútbol argentino con la llegada de Maradona a Boca y Kempes a River. El ‘80 de Independiente había sido irregular y el nuevo año arrancó con bajos resultados y cambio de entrenador. Los dirigentes fueron a Francia en busca de Enzo: “Los recuerdos deportivos son muy gratos de mi regreso, no así los económicos con el club, porque la comisión de ese momento se comportó muy mal. Fue la gran devaluación del dólar en el país, me pesificaron el contrato y salí perdiendo porque había comprado una casa que tenía que pagar en dólares. Perdí todo y tuve que arrancar de cero. En el plano futbolístico me fue muy bien, llegamos hasta las semifinales del Nacional y Menotti me volvió a convocar. Fui al Mundial de España, donde él se la jugó por los que habían sido campeones en el ‘78, que eran grandes jugadores, pero podría haber hecho cambios. Creo que Olarticoechea, Patricio Hernández y yo merecimos tener un lugar, pero no jugamos ni un minuto ni nos dio bola. Al Flaco solo lo vi una vez más en una confitería cerca de la cancha de River, donde estaba con sus ayudantes. Yo tomaba algo con mi esposa, mi cuñado y su mujer y me mandó a buscar por Poncini, uno de sus amigos, a lo que le respondí que no me interesaba hablar con él”.
La mala experiencia de España ‘82 no le impidió a Trossero mantener su excelente nivel y fue el puntal de un equipo de Independiente que estaba llamado a quedar en la historia roja para todos los tiempos: “El Pato volvió a mediados del ‘83 y empezó a poner a los chicos de las inferiores que venían jugando muy bien, como Reinoso, Percudani, Merlini, etc. Pero el equipo andaba más o menos, hasta que en una reunión el Bocha, que tiene su personalidad aunque muchos piensen que no, saltó y dijo dirigiéndose a los pibes: “A ustedes les cuesta ganar”. El Pato se dio cuenta y comenzó a hacer una mezcla entre experiencia y juventud que dio un resultado fantástico, porque después de haber salidos dos veces sub campeón de Estudiantes con Nito Veiga como DT, nos dimos el gusto de ganar el torneo de 1983, donde tuve la suerte de hacer uno de los goles contra Racing, que había descendido la jornada anterior, en la fecha final donde nos consagramos. No solo eso, sino que logramos lo que la gente de Independiente más quería que era volver a la Copa Libertadores, que también la ganamos, con una exhibición contra el Gremio en Porto Alegre en la final. Y la Copa Intercontinental contra el Liverpool en Tokio, donde nos daban por perdedores y salimos adelante, dándome el gusto de levantar el trofeo como capitán. Tuve un duelo aparte con Ian Rush, que era bravísimo. Medía 2 metros y con los codos lo acomodaba para saltar (risas). Hasta que en el segundo tiempo me dio un cachetazo, pero el árbitro no lo vio”.
En marzo del ‘83 asumió Carlos Salvador Bilardo como entrenador de la selección nacional y Trossero estuvo en la primera convocatoria y fue un parte decisiva en los inicios del ciclo: “Ahora que tanto se habla de los drones, él fue un innovador con eso también, porque se subía a una escalera para observar las prácticas desde arriba, porque sostenía que así se veía mejor y tenía razón. Nos enseñó a jugar de todo. En el famoso 3-1 a Alemania del ‘84 actué como lateral izquierdo, como stopper marcando a Voeller y de líbero cuando se lesionó el Tata Brown. En las eliminatorias jugué muy bien, estuve entre los de mejor rendimiento y sentía que iba a México ‘86. Un día Carlos me citó en un bar de Juan B. Justo y Corrientes y después de media hora de charla, me dijo que me quería llevar como ayudante, pero no como jugador. Me levanté, tiré el café y me fui (risas). Fue una injusticia muy grande para mí”.
La desilusión fue muy grande y armó las valijas para regresar desde México, donde estaba jugando para el Toluca. Allí se produjo una situación particular y que pocos recuerdan en mayo del ‘86: “River tenía que disputar un torneo internacional en su estadio y el presidente Hugo Santilli me llamó para que actuara para ellos. Por supuesto que acepté y jugué muy bien, por lo que supuse que me iba a quedar, pero el técnico que era el Bambino Veira me limpió. Enseguida me convocó Eduardo Manera y fui a Estudiantes, donde terminé joven mi carrera, porque me tenía que operar del tendón de Aquiles y dije basta. Al poco tiempo de haberme retirado, Julio Grondona me comentó que Bilardo quería hablar conmigo. Fui a su casa y me dijo: “Pachamé y el profe sostienen que yo me equivoqué con vos en la lista de México, pero para mí no. Ahora quiero proponerte si querés venir de ayudante nuestro, pero sin hablar de aquel tema que ya pasó. Le respondí que sí. Fue un gran aprendizaje, porque yo siempre supe que iba a ser técnico. Fui con los juveniles, estuve en la Copa América del ‘89 y viajé a estar con los jugadores antes del Mundial junto a Carlos Pachamé, a quien debo nombrar, porque es una persona que sabe mucho de fútbol”.
“Fui parte del cuerpo técnico en Italia ‘90 cuando me llegó la oferta para ir a dirigir al Sion de Suiza, donde salimos campeones en los dos primeros años. Estaba para seguir, pero a mediados del ‘92 pegué la vuelta una vez más para hacer mi primera experiencia en el fútbol argentino en Huracán, donde logramos clasificarlo a una copa internacional luego de muchos años. Tiempo más tarde me pasó algo similar cuando estaba muy cómodo en la selección de Suiza y me fueron a buscar Ducatenzeiler y Grinbank para dirigir a Independiente en 1999, pero ya al tercer mes empezaron las disputas, presionando para que sacara y pusiera jugadores. Eso no va conmigo, entonces renuncié y no me pagaron. Me fui para Guatemala, donde la pasé muy bien, lo mismo que en Arabia, donde estuve cuatro temporadas, también con la suerte de ganar títulos. Me tuve que volver porque mi mamá estaba muy enferma y cuando quise regresar no fue posible. Pero no es fácil ser DT allí. Hay que ganar”.
Hay un momento que suele ser difícil y complejo. Es cuando a un entrenador dejan de llamarlo para dirigir. Enzo Trossero tiene clara su posición: “Yo creo que pasa por lo económico. Si estás medianamente bien, el problema no es tan grande. Lo que sí hay que hacer es estar informado y en contacto permanentemente. Hace un par de años me llamaron de Independiente para ser manager, pero no se dio. Tener buenos amigos y una linda familia es fundamental para atravesar esos momentos. ¿Si me gustaría estar en el medio? Por supuesto que sí, porque amo el fútbol. Lo triste sería, como le está ocurriendo a muchos ex jugadores de Independiente que han sido campeones, que no la están pasando bien y que el club no les da una mano”.
Sigue con la frontalidad y la pasión de siempre. Disfrutando de la familia y mirando todo el fútbol que puede. Su imagen está igual, como en ese poster eterno que aman los hinchas de Independiente: Enzo alzando como capitán a la más linda de todas: La Copa Libertadores.