María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida como Mama Antula, desafió valientemente las normas opresivas de su época, enfrentándose tanto a la autoridad de la Corona española como a la rigidez de la Iglesia católica en el siglo XVIII. Su firme compromiso con la continuidad de los ejercicios ignacianos, incluso después de la expulsión de los jesuitas de América, refleja su profunda devoción y determinación. El papa Francisco ha elogiado su importancia expresando “Es una mujer que vale oro”. Se trata de la primera canonización que el papa Francisco celebra en la capilla papal de la Basílica de San Pedro, y no en la iconica Plaza. Además como expecional, es la segunda santa que tiene una ceremonia sola, así como Santa Teresa de Calcuta, en 2014.
El papa Francisco recientemente ha expresado en una carta a las autoras de esta nota: “Esta canonización hará mucho bien al pueblo argentino”
Nacida en Santiago del Estero
Mama Antula nació en el seno de una familia de encomenderos de Santiago del Estero en 1730, en la localidad de Silípica. Se crió con ventajas propias de su clase, honores y la mejor educación. Por distintas circunstancias no se conserva su acta de bautismo, ni documento alguno donde figure su fecha de nacimiento, ni quiénes fueron sus padres, ella solo expresó que pertenecía a la familia Paz y Figueroa.
Contra toda expectativa impuesta desde su crianza, a los 15 años, María Antonia de Paz y Figueroa tomó una decisión que tendría un impacto duradero en su vida: optar por vivir como laica en el beaterio de los jesuitas, dedicándose a ayudar a los más necesitados y marginados. Desafió completamente los roles de género de la época al rechazar la idea de casarse o ingresar a un convento, optando en cambio por un camino menos convencional. Al abandonar su apellido familiar y adoptar el nombre de María Antonia de San José, así como al renunciar a su riqueza, demostró su compromiso con un estilo de vida más humilde y orientado hacia el servicio. Además, su atracción por el mundo intelectual proporcionado por la Compañía de Jesús muestra su búsqueda de conocimiento y su deseo de participar en un ambiente estimulante.
Bajo la tutela de los jesuitas, María Antonia adquirió conocimientos sobre la organización de uno de los más preciados activos de la Compañía: los ejercicios espirituales. Sin embargo, el 9 de agosto de 1767, la decisión del rey Carlos III de disolver la orden jesuita mediante un decreto marcó el inicio de tiempos difíciles. Posteriormente, el papa Clemente XIV suprimió oficialmente la orden, lo que resultó en la prohibición de todas las actividades relacionadas con los jesuitas. Esta medida dejó un profundo vacío espiritual y social en la comunidad, ya que la gente se encontraba desorientada y afectada por la ausencia de la Compañía y sus enseñanzas.
La rebelde de su tiempo
A los 38 años, una edad considerada avanzada para su época, Mama Antula tomó la valiente decisión de reintroducir los ejercicios ignacianos, a pesar de la estricta prohibición impuesta. Su determinación era clara: revivir y difundir los principios de San Ignacio de Loyola a lo largo y ancho del territorio argentino, desafiando abiertamente la prohición y las restricciones impuestas por el rey Carlos III. Su compromiso con esta causa refleja su profundo compromiso con la fe y su deseo de servir a su comunidad, incluso en tiempos de adversidad y persecución.
Mamá Antula recorrió a pie y descalza, vestida de monja más de 4.000 kilometros contagiando la labor social y espiritual jesuita
El primer obstáculo que enfrentaba Mama Antula era obtener el permiso tanto de las autoridades religiosas como civiles, lo cual parecía una tarea casi imposible dada la naturaleza de su proyecto, que desafiaba abiertamente la ley vigente. Sin embargo, a pesar de las dificultades, logró asegurar la complicidad y autorización del obispo Moscoso y Peralta, quien le otorgó amplios permisos para llevar a cabo sus actividades en toda la gobernación del Tucumán, abarcando varias provincias del norte argentino.
Caminó descalza por lugares inhóspitos
La preocupación principal de Mama Antula residía en encontrar un lugar adecuado para albergar a todos los participantes, así como en asegurarse de contar con un predicador y con los recursos necesarios para sostener a los ejercitantes durante los diez días de práctica espiritual. Además, le preocupaba que la gente pudiera percibir su idea como excéntrica o cuestionar su estado laical, dado que no era monja. Esta última cuestión es enfatizada repetidamente por el papa Francisco, quien ha insistido en destacar que Mama Antula no pertenecía a una orden religiosa. En un encuentro personal con una de las autoras, realizado en el palacio Apostólico del Vaticano, el papa subrayó con énfasis: “No era monja”, “Que no se diga que era monja”, expresando así su deseo de que se siga difundiendo la historia de esta mujer laica originaria de Santiago del Estero.
Mama Antula contó con el apoyo y la admiración de otras mujeres que, cautivadas por su carisma, se unieron espontáneamente a su proyecto. Con determinación, reabrió la primera casa de ejercicios en su tierra natal, Santiago del Estero. En este espacio, participaban personas de todas las clases sociales, desde los virreyes hasta los esclavos, compartiendo el mismo ambiente y alimentos. Este aspecto era revolucionario para la época, ya que las clases sociales por lo general no se mezclaban y mantenían una separación estricta. El hecho de que las grandes señoras sirvieran a las campesinas representaba un cambio radical en las dinámicas sociales de entonces.
Este logro de Mama Antula no solo fue significativo en el ámbito religioso, sino que también la posicionó como una precursora de los derechos humanos en Argentina.
El éxito de los ejercicios espirituales motivó a Mama Antula a extender su labor por varias provincias, incluyendo Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Córdoba, donde permaneció por más de dos años. Durante su estadía en Córdoba, estableció una importante red de contactos, demostrando habilidades políticas y sociales destacadas. Estas amistades resultaron fundamentales para su próximo y ambicioso proyecto en la capital del virreinato del Río de la Plata.
En Córdoba, Mama Antula retomó el contacto con los jesuitas exiliados en los territorios vaticanos a través de cartas. Estas correspondencias, junto con las subsiguientes, no solo permitieron reconstruir su vida y obra, sino que también la posicionaron como la primera escritora rioplatense.
4.000 kilómetros a pie
Al llegar a Buenos Aires, Mama Antula había caminado unos cuatro mil kilómetros. Sin embargo, su llegada no fue recibida con hospitalidad. Llegó llevando consigo una cruz y arrastrando un carrito desbaratado. Sus ojos azules brillaban en contraste con la oscura capa jesuita, desgastada y llena de espinas, y sus pies estaban descalzos y maltratados. Su apariencia provocó un rechazo inmediato por parte de los porteños. La acompañaban un grupo de mujeres también vestidas con harapos.
Apenas ingresaron a la capital, un grupo de jóvenes comenzó a burlarse de ellas, gritándoles e incluso arrojándoles piedras y barro, logrando herirlas. Mama Antula y las demás mujeres se refugiaron en la pequeña iglesia de la Piedad, ubicada en lo que hoy es el barrio de Congreso, donde finalmente descansan sus restos mortales, según su voluntad.
Tras meses de espera, Mama Antula finalmente obtuvo los permisos del virrey Vértiz y del obispo Malvar y Pinto para abrir casas de Ejercicios. Su convocatoria fue tanta que incluso el teatro tuvo que cerrar debido a la falta de público.
En 1788, María Antonia había acogido en sus ejercicios a setenta mil personas, entre las que se encontraban destacados hombres del Primer Gobierno Patrio, como Cornelio Saavedra, Manuel Alberti y Mariano Moreno.
En 1795, inauguró su propia casa de Ejercicios, llamada “La Santa Casa de Ejercicios”, ubicada en Independencia 1190 en el barrio de Constitución, siendo el edificio colonial más antiguo de la Ciudad.
Dones extraordinarios envuelven su figura
Mama Antula poseía dones extraordinarios que quedaron registrados en documentos que llegan hasta nuestro tiempo y relatan que, en varias de sus casas de ejercicios, Mama Antula multiplicaba la comida cuando escaseaba, ante su presencia los panes se multiplicaban. Tenía la habilidad de bilocarse, es decir, de aparecer en dos lugares al mismo tiempo, experimentaba visiones del futuro y realizaba cambios en las sustancias, entre otros dones especiales que demostró en numerosas ocasiones hasta su fallecimiento el 7 de marzo de 1799.
Los dos milagros de Mama Antula
Ya durante su vida, Mama Antula gozaba de una fama de santidad, lo que llevó a que en 1905 se iniciara su proceso de canonización, siendo este el primero de su tipo en Argentina.
El 27 de agosto de 2016, Mama Antula fue beatificada en Santiago del Estero, luego de que se reconociera un milagro que ocurrió después de su fallecimiento. Este milagro consistió en la inexplicable curación de María Rosa Vanina, una religiosa de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, quien había sido desahuciada por los médicos tras contraer una sepsis generalizada en un tiempo en el que no existía la penicilina. Después de invocar la intercesión de Mama Antula, María Rosa Vanina se curó en pocos días.
En 2017 en Santa Fe tuvo lugar la curación inexplicable para la ciencia de Claudio Perusini. Había sido desahuciado por los médicos tras padecer un ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas, coma profundo, sepsis, shock séptico resistente, con fallo multiorgánico. Tenía un pronóstico reservado tras este diagnóstico con poca posibilidad de sobrevida. En esas horas decisivas la familia empezó a rezar a Mama Antula, pidiendo por la salud de Claudio.
A las horas el cuadro se fue revirtiendo de a poco hasta que recupero su salud. Atribuyendo esta curación a la intercesión de Mama Antula.
La comparación entre las conclusiones científicas de los médicos tratantes y la Consulta Médica del 14 de septiembre de 2023 en el Vaticano respecto a la curación del santafesino Claudio Perusini junto con los testimonios que atestiguan la invocación de la Beata María Antonia de San José, revela una relación clara y evidente entre la invocación y la curación.
Este caso permite destacar cómo, a pesar de las conclusiones médicas previas que podrían haber considerado el estado de Perusini como irreversible o sin posibilidad de mejoría, la invocación a la Beata María Antonia de San José parece haber sido un factor determinante en su recuperación.
Ese es el milagro que le permite hoy a Mama Antula convertirse en la primera santa de la Argentina, en la Basílica San Pedro de la mano del primer papa jesuita y argentino de la historia.
Fuente: Infobae